miércoles, 19 de febrero de 2014

Curro Jaramago

Curro era un borrachín, una persona que andaba de bar en bar para conseguir que le llenaran un vaso de vino de Chiclana. El que esperaba la menor oportunidad para ser invitado, el que hacia favores a cambio de un quintillo de vino...

Curro acarreaba barras de hielo para los bares a cambio de su vasito, vigilaba tu coche mal aparcado, mientras copeabas por unos miseros céntimos, contaba chistes o hacia de payaso para los más favorecidos, a cambio de una palmadita en la espalda y de un migote de pan mojado en el aceite de pan de atún.

Jaramago, fue pobre, quizá también flojo, y como pobre vivió y murió. Vivía en la calle, sin lavarse más que cuando una ola más alta de la cuenta lo cubría totalmente. Durmiendo bajo un techo... un techo de un voladizo de alguna tienda, sobre cartones.

Un día enfermó, la ambulancia lo recogió de la calle, donde la gente miraba sin tocarlo, y lo llevó al hospital. Allí lo lavaron, le quitaron años de negra costra acumulada, lo acostaron sobre limpias sábanas de hilo... y Curro... MURIÓ...

Probablemente la impresión pudo con su forjado corazón.

Hoy, "el jaramago" descansa sobre el respaldo de una silla de bronce, tan metálica como él, junto a su río.

En ese río donde, a lo mejor alguna vez, sus piernas se hundieron en el fango buscando gusanas para sus anzuelos o luas para sus trampas.

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